sábado, 20 de octubre de 2007

Amautas de la tecnología

Diario El Comercio.
Sección A.
Contracorriente.
Pág. a24.

Sábado 20 de octubre del 2007.

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Contracorriente.
Por Miguel Ángel Cárdenas
Fotos: Giancarlo Shibayama.

PROGRESOS. En las alturas de Tayacaja, en Huancavelica, se viene instalando el riego por aspersión, que les permite a los comuneros diversificar sus cultivos y no depender de las lluvias. Todo gracias a la acción de los 'yachachiq': los líderes tecnológicos de la sierra





Alegria. A las zonas altas de Acraquia en Tayacaja decían todos los pobladores: "nunca llegó la prensa antes". Sus niños fueron los mas emocionados.

Meta cumplida. El riego por aspersión le está cambiando la cara a los campesinos de Tayacaja. Quieren convertirse en emprendedores solidarios.





Reservorios. Se construyen con materiales naturales y están conectados a mangueras con aspersores que pueden regar un cuarto de hectárea.

Amautas de la tecnología

La definición de 'yachachiq' más inminente dice que es "el que enseña haciendo". Quien escuche hablar de ellos en la comunidad de Yamacancha, a 4.100 pírricos metros sobre el nivel del mar, en Huancavelica, sentirá que se le hace lluvia el corazón. Quien haya conocido a un 'yachachiq' en el Cusco --donde surgieron como educadores de la acción, en 1992-- intuirá que en pocos años pueden convertirse en los líderes más prestigiosos de la sierra peruana. Por una razón que suena demasiado esperanzadora: nacieron para ser amautas del progreso y las técnicas modernas, desarmando con productividad los prejuicios internos. Y, a la vez, ser maestros del orgullo de sus lazos y lógicas ancestrales contra todos los prejuicios externos.

PROFESORES DEL TRABAJO
A la zona de Acraquia, en Tayacaja, llegaron decenas de ellos, de las zonas más sobresalientes de la serranía. Si en el Cusco ya son 800 en 80 distritos; en Huancavelica, donde su influjo ha caído como anillo de lluvia al dedo, ya hay 30, más cincuenta en formación. Por eso el departamento más pobre del país fue la sede del Hatun Tinkuy (encuentro de 'yachachiq'), porque gracias a líderes como Rosa Cóngora y Pelayo Montes se viene haciendo de 3.200 metros para arriba: un 'alturado' y tecnificado mejoramiento en las siembras y las cosechas. Hay que trepar con el oxígeno dormido hasta allí para sorprenderse de cómo viene entusiasmando a los campesinos la propagación del riego por aspersión, una tecnología que aprendieron del padre de los 'yachachiq': Félix Calilla Tecce.

"El rol del 'yachachiq' es capacitarse con instituciones y con ingenieros en tecnologías productivas, que no impliquen contaminación ni riesgo químico para nuestros campos y a la vez les enseñamos a estos profesionales sobre nuestras sabidurías y estrategias antiguas, de vivir con armonía con la naturaleza", sostiene Félix, quien nació en Paucartambo, es el primer 'yachachiq' de la historia moderna y ha viajado a Apurímac, Arequipa y Ayacucho formando a estos 'magísteres de la práctica'.

Él llegó a Huancavelica en el 2005 para enseñar y para 'enseñar a enseñar'. Y ahora mira los primeros resultados aquí: "Hemos venido a aprender también, a nosotros en el Cusco nos costó mucho tiempo difundir el riego por aspersión, porque chocaba con hábitos arraigados, aunque terminamos beneficiando a 600 familias; pero en Huancavelica se viene propagando muy rápido". Todo este movimiento comenzó en la Federación Campesina del Cusco, donde líderes como Marcelino Bohórquez concluyeron que como gremio no sacaban mucho cerrándose en huelgas y protestas extremas. "Nos dimos cuenta de que el campesinado puede proponer, no solo reclamar". Y se fue haciendo popular e inocente una palabra que antes era vista como sospechosa: "emprendedor".

La idea de dejar de ser meros vendedores de materias primas para pasar a ser productores artesanales y luego industriales los sedujo. Y comenzaron a formarse en lo que llamaron "educación productiva emprendedora". Pero aquí devino lo que debe ser una actitud simbiótica y auténticamente revolucionaria: no renunciaron a sus lazos milenarios de solidaridad comunitaria y a su respeto afectuoso por la naturaleza (la palabra occidental "ecología" aquí ya era aplicada con maestría insuperable). Y eso hace más admirable a un 'yachachiq': es tanto un líder social sin caer en izquierdismos radicales y, además, es un maestro de comuneros empresariales y tecnológicos, pero sin decaer en la cultura del egoísmo y el lucro individualista. "Un 'yachachiq' tiene la misión de formar a las familias para que puedan trabajar asociadamente. Pero predica con su ejemplo, desarrolla su chacra primero y luego solo guía, porque no puede desarrollarse sin los otros", afirma Félix y lo escucha su colega de Puno, Cristóbal Valdez Condori.

Cristóbal se ilusiona con replicar las "siembras de agua" y el uso de microaspersores de Cusco, que ha permitido lo que solía ser una utopía: conseguir sembrar todo el año y no depender solo de la lluvia. Es decir, poder abandonar el monocultivo, superar las sequías y diversificar los huertos con decenas de variedades naturales de hortalizas, sin necesidad de ninguna fertilización sintética, química y contaminante. Además de trasformar las materias primas, "y buscar el valor agregado", como los cusqueños que producen mermeladas de papa, oca, haba, chuño, tortas de moraya, pan de papa y panetones.

Esperanza. Los comuneros de Huancavelica se entusiasmaron con la experiencia de los “yachachiq” en Cusco. Recibieron 300,000 soles del BID y la asesoría del Mimdes a través de Foncodes. Pero la ejecución de todas las instalaciones la hicieron ellos mismos, de manera solidaria.

Cristóbal es 'yachachiq' hace tres años en Puno, tiene 45 años y se viene formando en otro rubro: el aprovechamiento de la energía del sol para cocinas y del viento para producir electricidad con autogeneradores. "Mi casita es el centro piloto, tengo duchas solares y pequeñas bombas de aire", se fascina y si él escuchaba fascinado al taita de los 'yachachiq', Félix Calilla, ahora es escuchado con esperanza por el aprendiz Mauricio Quispe.

EL RIEGO DEL CAMBIO
En Antacoto, acercándose a los 3.800 metros de altura, Mauricio no solo es uno de los usuarios de los reservorios que proveen de agua a los caños de aspersión, a través de tuberías con mangueras; sino fue parte de la mano de obra calificada que en dos meses escarbó la tierra dura con 2 metros 40 de profundidad y colocó un plástico de geomembrana en una zanja de 40 por 40 metros. "La diferencia ahora es mucha, antes solo sembrábamos con las justas, porque la tierra es pobre, pero ahora ya sabemos que podemos sembrar pastos naturales y hortalizas, porque no escasea el agua. Un pozo alcanza para cubrir un cuarto de hectárea y nos beneficia a seis familias cuando se activa el aspersor y lo usamos en forma turnada". Los aspersores son de pistola: que riegan una yugada entera (un cuarto de hectárea) y aspersores por remolino de alta presión, de 16 metros de diámetro, que se unen al reservorio por mangueras de 150 metros.

El riego anterior era el tradicional "por gravedad" y sembradores de papa y maíz como Cristóbal Ramos, de 28 años y dos hijos, tenían que llegar hasta el cerro, ubicar un puquial y, cavando zanjas, llevar el agua por canales rústicos. Era casi como arrear el agua, que nunca se dejaba domesticar. "Venía poquísimo o se contaminaba, vivíamos condenados a la sequía".

La primera 'yachachiq' aquí fue Rosa Cóngora, la secretaria de la federación de mujeres campesinas de Huancavelica. "El anterior riego era de lo peor, porque cuando bajábamos el agua por la acequia, también teníamos que llevar a nuestras guaguas. Cuando nos distraíamos, había huaicos y se arruinaba el terreno y el agua se perdía. Además, había gente con 15 hectáreas y acaparaban el agua con su poder económico. Este riego por aspersión ha beneficiado a los pequeños. Y sobre todo a las mujeres, que hemos aprendido a calcular las horas para usar el aspersor. Hasta ahora nadie cree que podamos tener un riego los doce meses del año".

Tampoco se la creía Emiliano Melgar Gálvez, un 'yachachiq' de Vinchos, en Ayacucho. Él mira, absorto, cómo los anteriormente grises cerros de Tayacaja ahora lucen verdes por el riego constante; lo que todavía no sucede en 25 anexos de su pueblo. "En mi comunidad de Paccha tenemos 7 mil personas y hemos pasado hambrunas a fines de los años 80 con el riego tradicional. Por eso estoy feliz de ver que mis hermanos de Huancavelica están venciendo las sequías. Los 'yachachiq' somos como una enfermedad contagiosa, pero buena".

Tanto la huancavelicana Rosa Cóngora como el ayacuchano Emiliano Melgar fueron a una pasantía en el Cusco, que logró que replicaran el modelo con sus propias particularidades. Y el proceso es indetenible: En Yamacancha, Lina de Prado, representante del distrito de Maca, provincia de Caylloma, en Arequipa, ha venido para observar. "En mi pueblo seguimos usando estanques, por canaletas del río. Pero con el riego por aspersión el valle del Colca sería mejor", dice la futura 'yachachiq'.

Hay varias formas de especializarse como uno. Hay 'yachachiq' que enseñan la transformación de cultivos, otros que quieren dedicarse a tecnologías de la salud, otros a la comercialización, a la parte legal. Y sin extremismos de derecha e izquierda se están convirtiendo en una genial paradoja: la de ser, como dice Lina, una sana enfermedad contagiosa.

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