viernes, 14 de marzo de 2008

¿Y la sierra?

Diario El Comercio.
Sección A.
Opinión.
Pág. a5.

Viernes 14 de marzo del 2008.

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Rincón del autor
¿Y la sierra?

Por Jaime de Althaus Guarderas

El ministro de Agricultura, Ismael Benavides, ha declarado más de una vez que la agricultura de la costa funciona sola y que la labor del ministerio debe concentrarse en la sierra (y la selva). Pero la inercia del pasado es todavía muy fuerte y siguen prevaleciendo los compromisos asumidos por el Estado con agricultores costeños mucho más organizados y acostumbrados a pedir y recibir beneficios importantes. El anuncio reciente del Programa de Compensaciones para la Competitividad, dotado de 120 millones de dólares anuales, dirigido principalmente a la pequeña agricultura de la costa, parecería tributario de la misma inercia, aunque con la diferencia fundamental de que no se trata esta vez de distribuir protección ni subsidios, sino de transformar la agricultura de subsistencia en una moderna, empresarial y rentable, fomentando la asociatividad. Eso es, sin duda, un avance notable.

Pero la verdad es que en muchas zonas de la costa la pequeña agricultura de subsistencia está ya en el umbral de convertirse en pequeña agricultura capitalista. Allí están los que se articulan a cadenas de agroexportación, y la incipiente concentración de tierras de parceleros, inseminadas por los conocimientos que traen miembros de la familia que trabajan en los fundos agroexportadores y por la siembra de mejores variedades (algodón, maíz). En ese sentido el Programa de Compensaciones mencionado llega en el momento preciso para acelerar ese proceso y terminar de dar el salto a la pequeña agricultura de acumulación capitalista.

El verdadero problema, sin embargo, está en la sierra, donde los pequeños agricultores son mucho más pequeños, pobres y numerosos que los de la costa. Pero es, a Dios gracias, un problema con solución, probada y certificada. Se trata del paquete de 20 tecnologías desarrollado por el economista Carlos Paredes y los yachachik (capacitadores rurales) en 30.000 familias del Cusco y otros departamentos, familias que han salido de la extrema pobreza para convertirse en microempresas de acumulación ampliada. Es extraordinario. La primera de esas tecnologías es el riego por aspersión a partir de pequeños reservorios construidos al lado de los puquios o manantiales, que los hay en cantidad, o al lado de canales de irrigación. Con ello se pasa de una lluvia de 3 meses a una de 12 meses al año, con la posibilidad de tener huertos pequeños con 20 tipos de hortalizas, y de cambiar pastos naturales que crecen 5 cm al año solo durante 3 meses, por pastos sembrados que crecen un metro y soportan 5 cortes al año. Es decir, de 5 centímetros a 5 metros, lo que les permite, en extensiones muy pequeñas, producir ganado mejorado y semiestabulado, leche, quesos y yogur, y vender ya no solo alimentos simples sino productos elaborados diversos.

Con estas tecnologías desaparecen la desnutrición, la deserción escolar y las migraciones estacionales. Es más, los familiares reinmigran para atender los crecientes negocios. Y dejan de tener sentido los programas alimentarios y asistencialistas. Todo cambia, radicalmente. Las familias pasan a cocinar con gas producido en biodigestores propios y hasta las letrinas producen úrea y material para el compost. Es una maravilla, y solo costaría unos 35 millones de dólares anuales si quisiéramos llegar a todas las familias rurales andinas en 10 años y acabar definitivamente con la pobreza. Mucho menos que el Programa de Compensaciones. El ministro Benavides lo sabe: ojalá pueda cambiar la historia.

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